domingo, 8 de mayo de 2011

Cuatro ensayos sobre la libertad. Isaiah Berlin (4ta. parte)

Dos conceptos de libertad

Saint-Simon determina que cuando el proceso económico lleve al ser humano a dar prioridad a los bienes sobre las personas, iniciarán las complicaciones por los medios en los que se ha de basar esta nueva forma de orden. Marx retoma esta teoría y establece que la verdadera historia de la humanidad empezará cuando exista una perfecta armonía social que bien puede ser una utopía. Por esto no podemos ni siquiera considerar como factible, que el pensamiento político quede supeditado por conceptos fijos y modelos abstractos ya que quedaríamos impedidos para hacer análisis propositivos que desarrollen un conocimiento entendible para todos.
¿Pero la libertad obstruye o permite el pensamiento?. Si hablamos de una libertad de conocimiento, podemos decir que lo limita al determinar las causas por lo que no permite la especulación. A su vez, provoca el interés por posibles aplicaciones que darán origen a nuevos conocimientos, por lo que caemos en un proceso de origen-causa-consecuencia que parece interminable. Pero si nuestro tema es una libertad política, éste pensamiento siempre estará cuestionado por las condiciones en las cuales el ser humano se encuentre en sociedad. Estará influenciado por la ambición, los deseos individuales, la coacción de la pérdida de la libertad individual para ganar una libertad colectiva ya que el ser humano siempre necesitará de la convivencia con otros seres y por lo tanto, será un ser político que tendrá que acatar las normas de orden así como respetar las libertades de su grupo que representan la opresión de las libertades propias. Pero esta coacción y opresión no son del todo lesivas para el individuo. Al acatar las normas de orden tiene el derecho a que los otros miembros del grupo respeten por igual sus deseos y libertades, garantizando así una sana convivencia en un mundo dentro del cual la armonía es cada vez más débil por lo cual se deben crear valores morales y sociales que den al grupo la sensación de pertenencia y justicia ya que la libertad no es el primer deseo ni tampoco la primera frustración del hombre.
Antes que tener libertad de acción o de pensamiento, debemos tener libertad para proveernos de los satisfactores mínimos que las condiciones geográficas nos obliguen –volvemos de nuevo al determinismo biológico como factor de desarrollo- o en su caso, contar con los medios adecuados para lograr tal fin, relegando la libertad individual. Éste es un principio básico de toda norma social. Si yo pierdo mi libertad por respetar los intereses del grupo y ello representa que no puedo realizar acciones determinadas para acercarme los satisfactores mínimos ya que afectaría los intereses y el bienestar de los otros, los valores morales, la organización y la justicia son los recursos por los cuales el grupo mismo crea los medios para que estas tres características surjan como alternativa para allegar estos satisfactores.
Hobbes defendía la creación de salvaguardias para mantener a los individuos en orden bajo un poder central, lo que ahora podemos identificar como instituciones. No podemos ceder la libertad totalmente, pero tampoco podemos ser libres totalmente. Aquí tenemos otra interpretación de libertad que se aplica tanto a la intención como al hecho. El amenazar con RESTRINGIR COMPLETAMENTE la libertad del individuo si no acata las normas por las cuales se garantiza la libertad colectiva, es una forma de coacción y opresión física y ya no de pensamiento ni de convivencia. Entonces seremos libres en la medida en que seamos esclavos de las leyes y retornamos al análisis de la libertad positiva y la libertad negativa. Para legitimar la coacción y la opresión, se tuvo que inventar algo que se llama DEMOCRACIA y que se ha medido como sinónimo de libertad, siendo que limita por igual las acciones del individuo restringiendo sus deseos personales al sometimiento de un orden colectivo. Es diferente aceptar a coacción reconociendo que es por bien propio a reconocerla como libertad limitativa y facultativa para mis deseos.
Pero vayamos a la libertad filosófica del individuo. Representa el conocimiento de mis capacidades, el control de mis deseos y la dominación de mis insatisfacciones. En la medida en que pueda tener un pensamiento racional sobre estas tres cuestiones que todo ser humano tiene, podré pensar más libremente, actuar más libremente y por consecuencia, mi persona será más libre. Lo decimos muy fácilmente, pero el conocernos es una de las tareas más complicadas que existen. La esencia del hombre consiste en ser autónomo y eso es lo que complica la existencia y sin embargo la enriquece. La autonomía de pensamiento nos guía a la autonomía de acción y sucesivamente la armonía tan buscada por Saint-Simon y Marx podrá llegar, aunque la historia nos dice que será fácilmente destruida por el mismo deseo de libertad del hombre cuya naturaleza lo lleva a no aceptar las normas de control y ver a sus semejantes como meros objetos de utilidad y no de desarrollo.
En el orden social, tenemos la injusticia de que algunos individuos tienen que hacer algo que no quieren o que no les gusta o que simplemente no están de acuerdo con ello, debido a que la falsedad disfrazada de democracia impone reglas en ocasiones parciales, por las cuales el individuo se encuentra limitado en opciones políticas, siendo que por naturaleza es un animal político, se les restringe en su acto natural. La frontera entre derechos y responsabilidades queda sustituida por las pasiones del individuo que rompen con el orden establecido, deformando tanto el pensamiento razonable como el racional en la interpretación personal de libertad.
La libertad de pensamiento político y racional siempre ocasionará un desorden cívico, debido a la necesidad natural de integración y pertenencia que no siempre le dará al individuo lo que el reclama. Puede ser que tenga libertad de intención y de acción por lo que la opresión y la coacción no serán palpables, pero el individuo necesita del reconocimiento de la sociedad y la libertad no le es suficiente. Aquí es cuando el individuo crea el desorden para fabricar la atención de la sociedad hacia él, aunque ello le cueste la libertad de acción y convivencia. Una de las complicaciones en la comprensión del termino de libertad, es el lenguaje que en un principio sirve de herramienta cuando la libertad es insuficiente. El lenguaje debe ser simple, claro y específico para que los conceptos no sufran deformaciones en la interpretación y tampoco en los actos. Los grupos deben tener el mismo concepto para que el orden sea más fácil y la libertad individual permita la participación de todos los miembros.
Pasemos ahora a otra libertad. Cuando se nos limita de un grupo social perdemos la libertad de convivencia y pertenencia debiéndonos adecuar a las posibilidades de integrarnos a otro grupo. Cuando se nos castiga por violaciones a las normas de conducta, se limita nuestra libertad de acción pero lo aceptamos por que sabemos que agredimos el orden social. Nuestro reconocimiento y aceptación de las normas que nos rigen hacen igualmente aceptable el castigo correspondiente. Pero cuando somos castigados por nuestra propia familia, nuestros seres más cercanos, somos limitados en nuestra libertad de afecto que es un sentimiento universalmente reconocido como valor moral.
Es por ésta razón que los monarcas han afianzado los lazos afectivos con sus dominados, para que la libertad sea un valor moral con una aceptación jurídica de los actos del monarca, justificando así en el bien común y el beneficio social su desempeño político. La libertad entonces estará medida en función del afecto que la gente tenga por quien los gobierna ya que los derechos y no el poder podrán ser defendidos como valores. Pero no existe una forma universal de lograr todos los anhelos del individuo. Es más, no existe un método por el cual controlar a la sociedad ni siquiera a través de instituciones que restrinjan completamente a los individuos de su libertad de acción, convivencia y afecto, es decir, los órganos de represión. Fidel Velásquez decía:
…"no importa que me odien, pero que me teman"…
Esta filosofía del poder es más fácil de ejercer puesto que no es necesario dotar a la población de los satisfactores que requiere. Por el contrario, es más fácil retirarles sus anhelos y limitarles sus libertades de pensamiento. La aversión hacia el gobernante puede acrecentarse más rápido que el afecto. Sin embargo, si no se lleva un control de los afectos y las aversiones, los desenlaces son tan predecibles como nos lo ha enseñado la historia.

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