sábado, 28 de mayo de 2011

¿Se puede criticar Israel sin ser antisemita?

Éste fue el título de una conferencia que tuvo lugar en el CCCB el pasado fin de semana. En ella, el sociólogo Pedro Brieger diseccionó críticamente el discurso imperante en algunos medios de comunicación y también defendido por algunos jefes de estado, como el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en torno al "antisemitismo" de aquéllos que crítiquen las cíclicas guerras lanzadas por Israel contra Estados vecinos, ya sean el Líbano, Palestina, Siria o Egipto.
En Catalunya, el presidente de ICV y conseller de Interior, Joan Saura, ha recibido presiones en este sentido, por su adhesión a la manifestación que tuvo lugar a mediados de enero contra la intervención de Israel en la Franja de Gaza. En Europa, la izquierda es tildada de antisemita cuando denuncia a Israel.
"Es ridículo, porque lo que se busca con esta afirmación es no debatir", sostuvo Brieger, un judío argentino de orígen alemán que impartió clases en Israel. "Lo que hacen gente como Pilar Rahola es expresar una culpa europea, pero no entienden la identidad judía, porque, por un lado, no son judíos y, por el otro, no conocen como se piensa en Israel", remarcó. Brieger dijo que Israel se ve a sí misma como un "pequeño grupo inofensivo que se defiende de un monstruo, una hormiga contra un elefante" "Eso los faculta para deshumanizar al enemigo, que ahora son Hamas y Hezbolla, pero en realidad siempre ha sido el pueblo palestino y el mundo árabe".
Brieger sostuvo que Israel es hoy un Estado con el "clásico discurso colonial" que apela al mito: "hace décadas que creen que los palestinos utilizan a los niños como escudos humanos; también se tragan que Tel Aviv nació de las dunas; se trata de negar que allí vivía una serie de gente con sus ciudades". "Los israelíes piensan que en la Franja de Franja de Gaza no se vive tan mal", dijo. "También les parece normal que, en periodo de guerra, los diputados árabes del Parlamento sean arrestados preventivamente".
Por su parte, la representante de la Comunidad Palestina en Catalunya, Salam Alamaslamani afirmó que los constantes ataques del Ejército de Israel la obligaron a huir: "ahora mi hijo puede jugar tranquilamente en un parque, pero durante 23 años yo no pude jugar en un parque ¡porque no había parques!". "Me robaron la infancia", sentenció, para defender que "Hamas no me gusta pero han sido votados incluso por los cristianos que viven en la Franja de Gaza".
Antisemitismo Brieger recalcó que el antisemitismo es un invento del mundo cristiano que culminó con el Holocausto. "Pero es importante no dejarse llevarse por el chantaje que hacen hoy estamentos de poder para invalidar toda crítica a Israel", insistió.
"Los judíos en el mundo árabe siempre habían convivido con el resto de religiones de manera mucho más armónica que en Europa". "Lo que pasa es que un invento antisemita, los Protocolos de Sión, que fueron elaborados por la policía zarista rusa, han sido dados por ciertos en todo el mundo árabe, actualmente," dijo." Los árabes de hoy ven a los judíos como agresores, que tienen un plan para conquistar el mundo; eso les incapacita para ver el padecimiento histórico de este pueblo", indicó.
"Pero Israel tampoco ayuda, porque aparte de destruir el yiddish y otros elementos de la cultura judía clásica, busca construir al nuevo super-judío y conquistar colonialmente diversos territorios". Recordó, finalmente, que se puede ser judío fuera de Israel, incluso en Irán, y amar el lado positivo y laico de esta cultura.
Eloy Pardo

miércoles, 18 de mayo de 2011

Operación Jerónimo

Frei Betto

¿Por qué a la operación en que habrían matado a Bin Laden le pusieron el nombre de Operación Jerónimo? Prescott Bush integraba, en 1918, la asociación estudiantil Skull & Bones (cráneo y hueso). Retado por sus colegas, invadió un cementerio apache y robó el cuero cabelludo del legendario cacique Jerónimo.
 
Dueño de tierras en Texas, Prescott se convirtió en un exitoso empresario del ramo del petróleo y fue amigo íntimo de John Foster Dulles, quien dirigía la CIA cuando ocurrió el asesinato de John Kennedy, en 1963. Dulles convenció a su amigo a que hiciera un gesto magnánimo y devolviera a los  apaches el cuero cabelludo de Jerónimo. Bush atendió el pedido, pero no pasó mucho tiempo hasta que los indígenas descubrieran que la reliquia restituida era falsa.
 
La amistad con Dulles le garantizó al hijo mayor de Prescott, George H. Bush, el puesto de agente de la CIA. George se destacó tanto que, en 1961, coordinó la invasión de Bahía Cochinos, en Cuba, para tratar de derribar el régimen implantado por la guerrilla de Sierra Maestra. Y a pesar de la derrota, fue nombrado director de la CIA en 1976.
 
Triste con  el mal desempeño de su primogénito como agente 007, Prescott Bush se consolaba con su éxito en los negocios de petróleo. Y aplaudió el olfato empresarial del hijo cuando George, a mediados de los años 60, se hizo amigo de un empresario árabe que viajaba con frecuencia a Texas: Muhammad Bin Laden. En 1968, al sobrevolar los pozos de petróleo de Bush, Bin Laden murió en un accidente aéreo en Texas. Pero para entonces ya  se habían consolidado los lazos de familia.
 
George Bush no lloró la muerte del amigo. Andaba más preocupado con las dificultades escolares de su hijo George W. Bush, que sólo obtenía una nota media de C.  Para entonces se complicó la guerra de Vietnam y, para evitar que su hijo fuera llamado a filas, George trató de enrolarlo en la fuerza aérea de la Guardia Nacional.
 
Papá George animó a su hijo a fundar, a mediados de los 70, su propia empresa petrolera, la Arbusto (bush, en inglés) Energy. Gracias a los contactos internacionales que el padre mantenía desde sus tiempos en la CIA, George hijo buscó las inversiones de Khaled Bin Mafouz y Salem Bin Laden, el mayor de los 52 hijos procreados por el fallecido Muhammad. Mafouz era banquero de la familia real saudita y estaba casado con una de las hermanas de Salem. Esos vínculos familiares le permitieron a Mafouz convertirse en presidente de la Blesed Relief, la ONG árabe en la que trabajaba uno de los hermanos de Salem, Osama Bin Laden.
 
En diciembre de 1979, George H. Bush viajó a París, a un encuentro entre republicanos y partidarios moderados de Jomeini, en el cual trataron de la liberación de los 64 rehenes estadounidenses secuestrados en noviembre en la embajada de los Estados Unidos en Teherán. Se trataba de evitar que el presidente Jimmy Carter se valiera del episodio y perjudicara las pretensiones presidenciales de Ronald Reagan. Papá George hizo el viaje hasta la capital francesa a bordo del jet de Salem Bin Laden, que le facilitaba el contacto con el mundo islámico. (En 1988 falleció Salem, como su padre, en un desastre de aviación).
 
Aquel mismo año los soviéticos invadieron Afganistán. Papá George, que coordinaba las operaciones de la CIA, recurrió a Osama, uno de los hermanos de Salem, que aceptó infiltrarse en Afganistán para, orientado por la CIA, fortalecer la resistencia afgana contra los invasores comunistas.
 
Los datos anteriores son del analista italiano Francesco Piccioni. Más detalles en el libro A fortunate son: George W. Bush and the making of na American president, de Steve Hatfield.
 
 En 1979, a pedido de George Bush padre, por entonces director de la CIA, Osama, ya de 23 años, se trasladó a Afganistán para administrar los recursos financieros destinados a las operaciones secretas de la agencia contra la invasión soviética de aquel país. Preocupado con la ofensiva de Moscú, el gobierno de los Estados Unidos había entregado la mayor cantidad de dinero que la CIA recibió, en toda su historia, para actuar en un solo país: US$ 200 mil millones.
 
Cuando el presidente George W. Bush, después del 11 de setiembre, citó, como crimen anexo al terrorismo, el aprovechamiento ilícito de informaciones privilegiadas, sabía de qué hablaba. Todo indica que, gracias a esas informaciones, Osama Bin Laden montó su red terrorista por el mundo, movilizando recursos a través de paraísos fiscales.
 
Tal vez Freud pudiera explicar un detalle de las armas escogidas por los terroristas del 11 de setiembre: aviones. El padre y el hermano mayor de Osama Bin Laden murieron en accidentes aéreos, ambos en los Estados Unidos.
 
Si el cuero cabelludo de Jerónimo era falso, ¿quién garantiza que Bin Laden fue asesinado en una mansión paquistaní? ¿No hubiera sido más útil para el combate contra el terrorismo agarrarlo vivo y obligarlo a revelar todo sobre Al Qaeda? No dudo de que, en algún portaviones de los Estados Unidos, Bin Laden esté siendo torturado para que diga lo que sabe. Después basta con adoptar la “solución argentina”, o sea tirar su cuerpo al mar. Y para que no  lo encuentren varado en alguna playa, quedan todavía los afilados dientes de los peces de las profundidades.

domingo, 8 de mayo de 2011

EL CLIENTELISMO COMO FORMA DE GOBIERNO




“Las formas denigrantes de usufructo de la pobreza llegan por otros medios, se sostienen por andamiajes mucho más poderosos que el de un puntero político o un dirigente de barrio. El manejo oscuro y ladino de la política social está montado en un aparato estatal mayor que se ha moldeado en los últimos treinta años, deliberada y siniestramente. Las formas más variadas de la trampa, la estructura de poderes provinciales y nacionales, la ausencia de mecanismos de control eficaces y prácticos, el oscuro manejo de la información y la atroz maquinaria de la burocracia resultan ser armas mucho más poderosas para extender y mantener los niveles de pobreza, para perpetuar lo que denominamos el “festival de la pobreza” (Dinatale, 2005 :14).

Buscando un concepto de CLIENTELISMO, se me ocurrió indagar en el ENCARTA y me dio este resultado Clientelismo: m. sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios. 
Clientelismo, populismo, son conceptos que para una sociedad, están cargados de una connotación negativa. Se trataría, en todos los casos, de condicionar, a cambio de algún tipo de dádivas materiales, la voluntad de posibles votantes. En tal caso, se usarían fondos públicos para aplicarlos a estas prácticas, hacia sectores materialmente carenciados.
Se trataría de actitudes demagógicas por parte de gobiernos con mucho arraigo popular, destinada al sometimiento de las masas.



Existe una gran diferencia entre lo que es POLÍTICAS SOCIALES y CLIENTELISMO.
Tanto a nivel de la información periodística como de la ciencia social, suponen que la implementación de los programas sociales no puede escapar a esta forma de politización de la gestión pública el CLIENTELISMO. La cuestión del clientelismo atañe directamente al sistema político.
Los partidos suelen distribuir bienes, promesas o beneficios para ganar votos. Por ello, es necesario una clara distinción entre lo que llaman la distribución programática y la distribución clientelar. La diferencia clave entre ambas formas de distribución no radica en que los partidos no den bienes o beneficios para obtener votos, los partidos pueden hacer campaña prometiendo incrementos en las jubilaciones o en los salarios, por ejemplo, e incluso cumplir con las promesas una vez en el gobierno. La diferencia fundamental radica en que los beneficios otorgados o a otorgar están dirigidos a categorías abstractas y colectivas. La distribución programada y seria sería a “los jubilados”, a “los desempleados”, etc. La DISTRIBUCÓN CLIENTELAR, en cambio, no tiene en cuenta a  categorías abstractas y generales, sino que sólo busca la captar de aquellos votantes que probablemente responderán con apoyo político a estos favores o bienes.



 
Esta distinción es de gran utilidad para precisar, por un lado, qué entendemos específicamente por clientelismo. Por otro, para establecer la magnitud de la “administración” clientelista del sistema de políticas sociales en Argentina. El CLIENTELISMO consiste básicamente en una relación de intercambio entre individuos –no entre grupos sociales organizados- en un contexto. Estos intercambios vinculan a un patrón y a un cliente, articulados a través de una mediación (puntero) política personalizada, y establecen un circuito de reciprocidad probable entre “favores” y votos. Además de fundarse en la desigualdad de recursos, las relaciones clientelistas son personalizadas y particularistas porque no se establecen sobre bases universales sino en vínculos personales, y son informales porque ninguna instancia investida de poder formal aparece como garante del cumplimiento.



La POLÍTICA SOCIAL es, por ejemplo, la seguridad social o de seguros sociales, compuesto principalmente por el sistema de jubilaciones y pensiones y los esquemas de seguro social de salud (obras sociales). Aquí, los beneficiarios de las prestaciones –el trabajador formal (activo o pasivo) y su núcleo familiar directo- se identifican con categorías abstractas.
El diseño e implementación de políticas no universales, con criterios de elegibilidad como requisito fundamental de acceso, definen la incapacidad de gestión habitualmente supuestas en el Estado argentino, sobre todo en el área social. Este factor junto con el trasfondo de grave crisis socioeconómica y el fuerte arraigo de intermediarios  tradicionales entre estado y los trabajadores, los sindicatos, son caldo de cultivo para el CLIENTELISMO. 


La idea es que los programas asistenciales se focalicen en la población pobre, en sectores populares, socialmente más vulnerables y desplazados del mercado de trabajo formal, y para la cual los recursos públicos de los programas sociales representan la base material de las relaciones clientelares que median un lejano vínculo con el Estado.
La RELACIÓN CLIENTELAR como forma de dominación política remite necesariamente a clientes como actores pasivos, carentes de autonomía y capacidad de acción. En clave de la teoría democrática clásica, el CLIENTELISMO es un emergente de la gran desigualdad social, la cual obliga a entrar en una relación de dependencia con un patrón político que utiliza recursos públicos para “comprar” apoyos mediante la distribución personalizada de bienes, y constituir, así, un séquito estable de seguidores.