Transcribo esta editorial del diario La Nación, ya que me
pareció, a más de interesante, muy clara respecto de los límites que deben
respetar los magistrados, por más loable que sea su fin.
LECCIONES DEL CASO GARZÓN
La condena unánime del
Tribunal Supremo del Reino España que destituyó al juez español Baltazar Garzón
y lo inhabilitó para la magistratura suscita reflexiones sobre la figura y
trayectoria, y sobre las reacciones que ha provocado.
Tan admirado como
cuestionado, Garzón era rebelde e inconformista, y le costaba mantenerse dentro
de los cánones que gobiernan la conducta de un juez. El alto perfil y su deseo
de figuración, colisionaron con la prudencia, que es la máxima virtud de los
magistrados, y en ocasiones lo llevaron a equivocarse y hasta justificaron
alguna intervención disciplinaria.
Garzón tenía tres procesos
abiertos: el primero, por excederse en una investigación sobre las muertes del
período de Franco; el segundo, por un eventual cohecho al aceptar una
remuneración de 160.000 euros por actividades académicas en Nueva York
patrocinadas por una institución bancaria a la que se investigaba en su juzgado
y que, luego del cobre, fue sobreseída, y el tercero, por interferir las
comunicaciones de sus procesados con sus abogados. Este último fue el único que
llegó a sentencia, pues el primero fue desestimado, y el segundo, considerado
prescripto.
En este caso, Garzón fue
separado por ser hallado culpable de afectar uno de los pilares del Estado de
Derecho: el derecho de defensa. Como dijo un alto representante de la abogacía
española: ¨El Supremo confirma así que el derecho de defensa es un elemento
nuclear para que los ciudadanos tengan un proceso con todas las garantías¨.
Es elemental que los
jueces sean juzgados con la misma actitud que la justicia que deben impartir,
es decir, con los ojos os. Ni la simpatía o antipatía que despierta su persona
o su prestigio deben influir en la decisión final. Disculpar faltas por su alto
perfil implicaría no juzgar a todos con la misma vara y sería la negación misma
de la justicia.
Para bien y para mal,
Garzón siempre excedió el marco de actuación de un magistrado. Una altísima
exposición incompatible con su investidura sugería que planeaba utilizar el
cargo como trampolín para otros cargos, lo que efectivamente ocurrió en 1993,
cuando abandonó la justicia para incursionar en la política. Luego de hacer la
experiencia, volvió a la justicia.
Garzón ha sido
universalmente identificado como un defensor de los DDHH, pero para lograr ese
prestigio optó por saltearse muchos códigos remedando aquellos policías
´justicieros´ que ignoran las normas para castigar a los delincuentes. Pero
nunca el fin puede justificar los medios. Es grave excederse en la misión y la
función del magistrado por mejor intencionada que sea. El deber principal de un
juez es juzgar desde la perspectiva del derecho apegado a los criterios que la
norma dicta y ajeno a sus afectos.
Ni la altísima exposición
mediática ni el burlarse de las normas autorizan a considerarlo un arquetipo de
juez. Y al proyectar una imagen equivocada de la magistratura, es un mal
ejemplo para las generaciones de jóvenes.
Pero si lo ocurrido es
lamentable, mucho más lo son las reacciones que ha provocado, dentro y fuera
del país, descalificante de la sentencia
y a favor de Garzón. Tales actitudes ignoran las premisas sobre lo que es un
juez y los límites de su actuación.
Debe ser elogiada la
sentencia que lo destituye, pues aplicó las normas sin dejarse influir por las
presiones y por el alto perfil mediático del condenado.
Se puede lamentar lo
sucedido, pero no hablar de ensañamiento. Una institución que lo felicita por
haberse puesto del lado de las víctimas, ¨en cualquier continente y país¨, no
repara en que un juez, - más que ningún otro funcionario – debe actuar con
apego a la ley y a las normas. No se puede criticar al tribunal que lo ha
juzgado por haberlo sancionado. Al contrario, revaloriza la imagen de la
justicia española. En todo caso, el ex - magistrado ha sido víctima de su carácter.
Tampoco pueden
justificarse las maniobras para presionar al Tribunal Supremo que fueron
alentadas o aceptadas por el ex magistrado, las puebladas, ni aun su pretensión
de declarar con la toga de magistrado, de la que fue correctamente despojado.
…
La Nación Lunes 19 de
marzo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario